El piso se lo dio el Estado a mi marido; no se lo voy a dar a mi nuera

Cuando llega un nuevo miembro de la familia, todo el mundo se olvida de los conflictos y trata de prestar al recién nacido toda la atención posible. Pero en la familia de María Suárez todo era diferente. María Suárez cumplirá 65 años dentro de una semana, y es madre de un hijo y una hija. Su hijo ya es adulto, se casó hace un par de años y ya tiene un hijo. Sólo que para María Suárez, su nieto se ha convertido en un dolor de cabeza.

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UN NUEVO MIEMBRO DE LA FAMILIA

María Suárez no oculta que quiere más a su hija menor que a su hijo. Dorotea, su hija, no tuvo una buena vida familiar por lo que dejó a su marido y fue con su bebé junto a su madre. Desde entonces, viven juntos. Su hijo mayor está felizmente casado, pero María Suárez no le tiene tanto cariño como a su hija y a su nieta. Armando vive separado, él y su mujer pagan la hipoteca, y hace poco han tenido un hijo.

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«Todavía no he visto a mi nieto, es cierto, Armando me invitó a visitarlo, pero no me animé. Ayudo a mi hija a criar a mi nieta, le preparo la cena, la recojo del colegio, no tengo tiempo para ir de visita. Sobre todo, porque un bebé es un bebé: o grita o duerme, qué se le va a hacer», dice María Suárez.

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Con su hija, María Suárez vive en el piso de su marido. Hasta hace poco había cuatro personas registradas allí: María, Dorotea, Armando y su nieta. Hace un par de meses llegó la factura de la luz. Fue entonces cuando María Suárez sospechó que algo iba mal. Las facturas eran más altas de lo habitual. Cuando María Suárez se enteró de lo que pasaba, se puso pálida.

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Los pagos son más altos porque Armando ha registrado al recién nacido en su piso sin que ella lo sepa. Hace tiempo que María Suárez pidió a su hijo que dejara el piso para heredarle todo a su hermana menor y a su hija. Está sola, sin nadie que la ayude. Y Armando y su esposa pueden arreglárselas.

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«Mi hijo estaba de acuerdo en que un hombre debe mantener a la familia. Creció hasta convertirse en un hombre independiente y acomodado. Salvo que mi nuera es de familia numerosa, y se ha aferrado a mi hijo y le ha prohibido salir del piso donde vivimos. El piso no está privatizado, me lo dio mi marido. Mi marido lo recibió del Estado, que en paz descanse.

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Un abogado me aconsejó privatizar el piso y comprar la parte de mi hijo. Pero soy pensionista y no tengo dinero para hacerlo. Y mi hijo no quiere ceder. Y ahora la nueva sorpresa del registro de mi nieto ha añadido más problemas. Esta es mi propiedad y no voy a compartirla con mi nuera».

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De los editores

El problema de la vivienda es siempre una espina en la garganta. La situación no es fácil. Al parecer, el hijo de María Suárez tenía todo el derecho a inscribir a su hijo en el piso donde él mismo está inscrito. Pero la dificultad es que no ha consultado a su madre, que paga las facturas del piso. En todas partes hay un límite de ocupantes en función del tamaño del piso. Como la propia María Suárez no está en contacto, sus familiares tienen que dar rodeos. Está enfadada, pero ¿y si su hijo no tuviera otras opciones y no pudiera inscribir a su hijo en su piso todavía?

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